martes, 20 de mayo de 2014

Tubular Bells, música y arte de una historia identitaria.


Primera Tienda Virgin en Notting Hill Gate, Londres. Imagen de teenagerockopera.wordpress.com
Una melodía electrónica, una suerte de mantra minimalista asociado con la espiritualidad que fue y ha sido éxito mundial. Dos jóvenes. Uno, artista del emprendimiento; otro, artista del sonido, ambos fieles a sus valores, ambos fieles a constatar con hechos sus pensamientos, pero capaces de materializar visiones que para otras personas, son solamente sueños aspiraciones vacías, carentes de  "pragmatismo".

Enamorados de valores y objetivos compartidos, escenifican un ejemplo perfecto de identidad nacida desde la reflexión interna, desde el acto coherente, desde el embate persistente y desde la integración consistente. Ambos, son ejemplo ideal de la identidad bien aplicada, que produce frutos de sostenibilidad y mejoramiento, que hace que lo imposible, sea lógico.


Una tienda en Notting Hill Gate.
Esta es la historia de uno de esos jóvenes, enamorado de la creación, quien ideó diferentes negocios. A sus 22 años, ya tenía un socio con quien invirtieron el dinero que habían logrado juntar en sus negocios alternativos, en un sueño ambicioso, y para algunas personas, descabellado, (a la luz de un mercado musical dominado por grandes estudios que llenaban el globo con su música pop y rock gracias a la disponibilidad de presupuestos astronómicos). Sin embargo, persistieron y adquirieron una casa campestre, con una cancha de Squash, espacio donde montaron un estudio, que llamaron The Manor. Todo un riesgo, si se hace sin enfoque de identidad.

También tenía una tienda de música, que logró fundar en 1972 con 3 socios; ese negocio, había tenido un buen nacimiento, porque transparentaba identidad, diferenciales y experiencia sensorial, asociados a la vida de sus clientes, pero con un enfoque propuesto y definido, identificable, tal como un artista propondría un entorno que el público termina de crear, creando un diálogo de comunicación cósmica. 

En el distrito londinense de Notting Hill Gate, nacía una tienda musical única para su época, porque no se limitaba a vender música, sino que ofrecía experiencias holísticas, integrando a un negocio, (lo cual era revolucionario para la época y aún sigue planteando retos a la mayor parte de empresarios), las enseñanzas aplicadas desde movimientos artísticos, intelectuales, empresariales aún de vanguardia,  adelantándose en su tiempo al material de Brand Sense y de Experiencia de Marca que pobló las librerías 20 y 30 años después.

Era uno de los primeros lugares a nivel mundial, donde se podía ordenar (como en un restaurante), un álbum raro que llegaría al día siguiente o en poco tiempo, con alto nivel de cumplimiento (coherencia), y dentro de la narrativa que propuesta por el espacio tejido por sonidos que entonces comenzaban a influenciar la próxima música británica, pero eran bastante desconocidos en la isla por ese entonces: estaban especializados en Krautrock

Su identidad se respiraba en cada fractal de la tienda, así como en la extensión del servicio prestado, con tácticas que aún hoy, son diferenciales y le otorgaban un espacio único en la mente de las personas, habituadas o cansadas del comercialismo en tiendas como HMV, la cadena dominante de música. En su negocio, la música  envolvía, la tienda enseñaba, educaba, ofrecía un espacio vital de servicio identitario convergente con un estilo de vida, pero multidimensional. Sabían Narrar Historias, tenían Consistencia.

Siguiendo esa lógica, fueron también vanguardistas en el concepto de "Moving the Free line", llegando a ofrecer bocados de comida vegetariana a sus clientes y visitantes de forma gratuita.

Pronto, el lugar se puso de moda, lo cual era una buena noticia desde el punto de vista de divulgación de la marca "Virgin", pero también implicaba un inconveniente de rentabilidad a corto plazo, porque el exceso de visitantes, distraía a los compradores y a final de cuentas, las ventas no eran las ideales, aunque siguieran en ascenso.

Oldfield y Branson en Manor Studios. Imagen de http://static.guim.co.uk, en The Guardian.

Sin embargo, ese joven, llamado Richard Branson, quien hoy es presidente de Virgin Group, conglomerado de 400 empresas, que emplea a más de 50.000 personas, sabía que el mayor negocio de su tienda era el de convertirse en amplificadora y distribuidora de su Manor Studio, luego conocido como Virgin Records. Pronto, esa visión le daría frutos, de manera inesperada, pero provocada por su forma de hacer las cosas, por su identidad practicada. 


La primera montaña: música de las campanas tubulares.

Proveniente de una familia de músicos, que también vivió momentos traumáticos, como el suicidio de su madre, alcohólica, por cierto, el joven de 19 años Mike Oldfield también tenía un sueño, un sueño difícil. Logró un trabajo operativo en los estudios de Abbey Road, en Londres, ciudad a la que llegó buscando oportunidades desde su natal Reading. Trabajaba como bajista, pero ya en 1971 quería enfocar su música. Tocaba casi cualquier instrumento, pero aún no sabía cómo canalizar su talento. Reto que llega a muchas personas quienes, en algún momento de su vida, deben enfocar su potencial.

Definió que quería hacer una sinfonía, lo cual no era una idea muy comercial en tiempos de rock y pop. Mediante el uso (muchas veces a escondidas), de instrumentos de su lugar de trabajo, que usaba en horarios "muertos",  y sirviéndose de una simple grabadora, llegaba luego a su piso compartido para meterse en el baño y remezclar, hasta que finalmente dió con lo que quería, su sinfonía. El resultado extraordinario de una labor ardua, difícil, sin recursos en la práctica, pero en medio de una suerte de traslado espiritual a su propio ser. 

Construyó como pudo una maqueta de su sinfonía en un casete convencional, se presentó en muchas casas disqueras y estudios, pero nadie parecía interesado en grabar y producir su obra. Recurrió a su Persistencia

Finalmente dió con un estudio poco conocido. Así, es, el Manor. Branson, fiel a su identidad de negocios, había tenido el acierto de asociarse y trabajar en tal proyecto con expertos en música, como Simon Draper, para fortuna del adolescente Oldfield. En efecto, al fin el joven músico encontró un rostro amigable.  Dos talentos se habían encontrado.

Cuando Branson la escuchó, dijo sin reparos que era la música más hermosa que había oído en su vida. Practicó un experimento digno de comunicadores estratégicos, y puso a sonar la maqueta en su tienda. La gente respondió con asombro, casi extasiada, hipnotizada. Branson sabía que tenía una mina de oro en sus manos. Branson conocía el valor de conversar con su público.

Financió un tiempo gratis de estudio para que Oldfield pusiera su obra a punto, grabada y mezclada de forma profesional. La identidad en su forma de actuar, condujo a Branson a apostar por una obra muy extraña para su tiempo, entregándole a ese proyecto mucho dinero en tiempo de uso, productor, salas, instrumentos y músicos (aunque Oldfield interpretó más de 20 instrumentos en esa grabación).

En 1973, había nacido un hito musical: Tubular Bells.

Agotado por el esfuerzo y la tensión acumulada en su dura cuesta, Oldfield se retiró a concebir su siguiente obra, Hergest Ridge.






La segunda montaña: la gestión.

Aquí ya era necesario convertir la inversión en un negocio sostenible. Branson se puso al frente y logró contactar la radio, así se acumuló una bola de nieve que le permitió al joven emprendedor visionar la salida.

Se endeudó, estuvo en bancarrota, pero pudo costear la grabación del álbum completo Tubular Bells, primero de Virgin Records. Los costos no terminaban allí, porque debió presentarlo en radio, televisión y prensa, hasta que finalmente logró los tops de las listas en un momento del Reino Unido, cuando ese tipo de música no era compartida sino por un grupo selecto de aficionados. Branson logró hacerla tendencia y logró convertirla en moda, en moda elegante.

Ya llegaron los conciertos en la BBC, luego el primer concierto en vivo, cuando tuvo que animar a un reacio Oldfield a hacerlo. Allí tuvo que ser psicólogo y coach para alcanzar el objetivo y finalmente se abrían las puertas del mundo para su proyecto, al tiempo que Oldfield se hacía millonario a los 20 años.

En Estados Unidos, la cosa sería a otro precio, puesto que esa música seguramente tendría mucha más oposición. Así fue, en efecto; los intentos de Branson por comunicarla, terminaban en negativas reincidentes, recordando la odisea de Oldfield antes de conocer Manor Studios.

Un día, Branson recibe un requerimiento del director  de Hollywood William Friedkin. Había encontrado en la música de Oldfield la banda sonora perfecta para una película que estaba realizando: El Exorcista. A partir de ahí, Tubular Bells se convirtió en un hito global que la mayor parte de la gente asocia con misterio, descubrimiento y espiritualidad que navega entre oscuridad y luz, emitiendo el mensaje de un joven Oldfield persistente, superando el trauma de vivencias oscuras y reencontrando la salida en su Insight, en su reflexión interior, que luego ve la luz en virtud de la identidad de un negocio liderado por Branson y su talento comunicacional.

La visión que aplica, concentra y transfiere estos principios a los objetivos de la empresa dice para Virgin Group:


"...La marca Virgin siempre se ha tratado de tener diversión en la forma en que sólo Virgin lo hace. Creemos que es nuestro rol hacer de esto una realidad y por ello, nuestra visión de sostenibilidad es "hacer una contribución creíble" hacia estilos de vida sostenibles, mientras satisfacemos y excedemos las expectativas de nuestro staff, clientes y stakeholders."

Por cierto, se llama "Virgin" porque eran totalmente vírgenes para los negocios, y siempre les han gustado los negocios vírgenes, nuevos, que crean nuevas categorías.


Lecciones de Identidad y focalización estratégica. 

1. Visión Sostenible.
La identidad es la promesa de vida que se hace la empresa en virtud de comprender su forma de ser y el contexto dentro del cual tiene que vivir con sostenibilidad durante 20 años, mínimo.

2. La Identidad es una Narración.
La identidad se siente en símbolos y estímulos, pero también en mensajes y formas de actuar. Clientes internos y externos la deben percibir como una narración natural, fascinante y envolvente.
 
3. La identidad guía al cómo.
La identidad real es un cómo se hacen las cosas en un equipo. Se requiere un sistema claro y divulgado de políticas, que permitan mejoramiento, para prolongar la cultura de un cómo sin la inestabilidad de uno u otro estilo personal.

4. La identidad permite hallar pares, aliados y clientes
Perfile su identidad para que armonice con la personalidad de su público y de su estilo de vida, siempre con la propuesta de un paso adelante.

5. La identidad definida significa logro.
Es el cimiento de éxito y sostenibilidad. Su definición requiere procedimientos especializados si no se quiere esperar 20 años para descubrirlo sin ayuda.

6. Autodescubrimiento cristalizado.
Insight es la base; es un proceso de autodescubrimiento que requiere facilitadores y métodos conductores que no sesguen su potencial.

7. Perfilar e identificar un valor diferencial.
Cada vez que se quiera definir o redefinir la identidad de una empresa, primero se redefine  la identidad de aspiraciones y oportunidades. La nueva identidad siempre es una promesa de valor que tenemos la capacidad de exceder. 

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