lunes, 4 de abril de 2011

@ Identidad. Hello Kitty y la debilidad de un nombre en Occidente.


Hernando Mestre, 2011


Sanrio, en 1974, desarrolla, en cabeza de Yuko Shimisu, el famoso carácter de una gatita inglesa que no tiene boca, diseñada para que la dueña (o dueño) le imprima su propia personalidad. Esta gatita expresa también la falencia occidental para entender la importancia del desarrollo comunitario. Esta gatita expresa la responsablidad última del usuario: escoger su mejor opción o no.

Maneki-Neko
Los japoneses llaman a la gata de la fortuna Maneki-Neko, y es originalmente, china. En el Tao y su sistema dual Yin y Yang, el gato representa al Yin, y como tal, tiene el poder de mutar el mal en bien, a partir de las mismas fuerzas del mal, algo así como un acróbata Cretense que usaba la fuerza del toro para doblegarlo, no para matarlo, o un practicante de Yudo, que emplea la fuerza del oponente para protegerlo de su propio poder.

Maneki-Neko se acopló al Shintō, y como tal asume la característica de Kami, o espíritu natural, que se suma a su carácter Tao. La gata tiene una pata o dos en alto, y así, cuando la izquierda está levantada, significa atraer o llamar visitas, y cuando la derecha está arriba, busca atraer prosperidad y dinero. cuando ambas están arriba, está protegiendo el lugar donde habita, a través de la trasmutación de valores de bajo nivel, en valores de alto nivel.

El desarrollo de producto: la gata de la fortuna convierte a Sanrio en empresa multimillonaria

En comunicación, existe una técnica llamada mapeo de públicos o destinos de comunicación, y en esencia, consiste en traducir una personalidad identitaria en lenguajes que puedan entender los diferentes públicos. Los japoneses lo han hecho de forma tradicional, y por ello, han sido capaces de traducir sus valores estéticos y éticos en términos que occidente los pueda entender. Así, frente a cartoons de propaganda que E.E.U.U. (Popeye) presentaba contra Japón, crean posteriormente personajes como AstroBoy, uno de los pioneros de manga y anime, que presentan occidentales ojos enormes, una aceptación de la diferencia, una puntualización estética y un mensaje cargado de ironía constructiva. 

La carga profunda de la gata de la fortuna, se traduce entonces, en un gesto infantil de saludo, y un nombre contundente y genérico se le suma: Hola, Gatita!

Es difícil encontrar una dueña (o dueño) occidental de la gata que la relacione con un Kami, pero sí actúa en consecuencia, al punto que las ventas de Sanrio se sostienen y crecen, a través de una gata que cuenta una historia profunda, que sin embargo, para el occidental, es solamente un curioso vacío que llena con su propia visión del mundo.


Conciencia sin nombre, y un nombre para la conciencia.

El japonés convierte la "falla" en gesto estético y político, entendiendo la política como el deber humano de tomar posición frente al mundo. Tras la segunda guerra mundial, las mujeres quienes, debido a bombardeos e incendios, quedaban afectadas en su rostro, desarrollaron estilos de peinados que evidenciaban su condición. A diferencia de occidente, no intentaron ocultarse, sino mostrarse como supervivientes: el rostro afectado demuestra la fortaleza de carácter, indoblegable, que acepta la realidad y convierte la adversidad en oportunidad. 

Así, también, Hello Kitty, no tiene rostro y no tiene nombre, es un gran vacío, una oportunidad de encontrarse con el mundo de la reflexión zen. Pero en occidente tiene éxito, simplemente porque se ve bonita, se ve inocua (casi como un Japón rendido), y porque se siente femenina, en el sentido clásico de la opresión, puesto que es dócil, no dice nada y es un marco gráfico de decoración. 

Así, la sin nombre y sin cara, es rebautizada por el usuario occidental, quien busca una significación literal, de todo lo que lo rodea. La antigua gata Kami, ahora es un símbolo de la suposición de lo femenino como sujeción a los designios de otro. 

El usuario es responsable de su elección

Los medios japoneses pueden ser excesivos. Sus concursos parecen zonas de guerra. Sus animes son una colección de personajes hiper expresivos, que toman la justicia en sus manos, que descubren el mundo a través de una actitud guerrera. Sus juegos de video son duales, porque Mario es al tiempo un héroe y un asesino de Koopas. En Japón estos medios funcionan muy bien, porque su exceso demarca su vocación constructiva. Los presenta sin ambigüedades como el circo que son. De alguna manera, al poner el punto negro en medio del campo blanco, el espectador puede identificar con más claridad qué es constructivo y qué no lo es: no se puede reconocer lo "bueno", sin contrastar con lo "malo". 

Hello Kitty plantea un diálogo, pero depende del usuario estar a la altura del mismo. Si hacemos una elección, somos responsables de la misma, cuando asumimos un esquema de comunidad, y comprendemos el bien común que causo o no, con mi elección. 

En occidente también tenemos medios excesivos. El uso de la violencia es un recurso repetido, el empleo del sexo mercantilizado ha convertido a muchas mujeres en un carrito de mercado con partes intercambiables. La publicidad plantea un escapismo consumista como la salida a los problemas cotidianos: no importa que tu vida sea una colección de deudas, siempre y cuando tengas plata para comprar ese aroma para tu hogar, ese carro que es puro estilo, o ese viaje que te pone en el panorama de la gente bien. Pero a diferencia de oriente, aquí los medios camuflan los  valores básicos y utilitaristas que les dan vida, con "filosofías" de bolsillo limpiamente presentadas con eufemismos, que aquí llamamos "slogans". 

Un slogan debría ayudar a conducir una promesa de venta, no a llevar al engaño inmediatista. Acaso por ello, la publicidad debe ser solamente un canal sujeto a un modelo de comunicación sostenible y enfocado en crear bien común.

En Latinoamérica, un sector del mundo que ha renunciado tradicionalmente a su propia visión para ser un margen de occidente, culpamos al tercero por nuestros actos. Ese sentimiento se evidencia con un trasfondo de dominación. La culpa asume de plano que no somos los dueños de nuestra vida, que alguien más tiene el poder sobre nosotros, y así, nuestra vida se vuelve un desastre no por nuestras elecciones, sino por culpa de los bancos, de los gringos, de ésto y de aquello.

Sin embargo,  sí somos responsables. Si estoy endeudado es porque creí que el sistema era sano para mí y preferí no desarrollar mi inteligencia financiera. Si me siento mal con mi cuerpo, es porque me tragué entera la historia de la sección farándula del noticiero. Si compro elementos que nunca uso, es porque estoy cubriendo vacíos que soy incapaz de enfrentar. Si como basura, es porque finalmente, prefiero convertir mis frustraciones en enfermedades. Si mantengo relaciones superficiales, es porque tengo miedo de encontrarme a mí mismo.

La adicción a la culpa: la inmovilidad social

En oriente, no existe el concepto de culpa, no como tal, al menos. La significación de sus medios tiene fresca en la memoria la tradición espiritual: en general, la gente reconoce sus propios valores cuando se expone a la carga mediática, y así puede interpretarla. El oriental es activo, porque enfrenta los problemas con acciones cotidianas. 

En América Latina, no aceptamos quiénes somos y preferimos entonces, consumir productos, para olvidar que hemos hecho de nuestra vida un gran vacío, porque hemos desarrollado inercia frente a nuestro deber de trabajar activamente por nuestra identidad. 

Pensamos que la filosofía es un asunto superfluo, diseñada para perder  el tiempo, y confundimos la pragmática enfocada, con el utilitarismo inmediatista e insostenible. Pensamos de manera premoderna y fatalista frente al mundo porque pensamos que el porvenir no está en nuestras manos: de allí que nos inmovilizamos y preferimos dejar en manos de otros nuestro destino, así esos otros terminen por robárnoslo.

Optamos por la violencia, porque no hemos desarrollado la conciencia del otro, y del individuo como expresión metonímica y contenida del universo. 

Aún nos parece difícil de entender, que una marca puede ser social y ambiental, para causar una movilidad social y económica retributiva, para impulsar el  empoderamiento de las personas y para presentar una posibilidad de elección de forma divertida, creativa, comunicativa, agradable y progresiva. Hemos inventado una falsa dicotomía entre el bienestar y la "práctica". 

Tal vez por eso, seguimos refugiándonos en miles de Hello Kittys, que hoy aparecen con escotes, muslos interminables y sonrisas muy blancas, para lanzarnos al vacío semántico, que compramos y con el cual comprometemos nuestra vida. Tal vez por éso, buscamos papás, así esos padres nos quiten el derecho a crecer.

Nos lanzamos al vacío pensando que ello es práctico. Actuamos sin metas y sin valores fundacionales. Acaso por ello, deberíamos reconocer nuestra responsabilidad en el devenir que hemos escogido. Tal vez ésa sea la única forma de aprender a atraer la fortuna, tal como la gata japonesa.

Al final, todo parte de un acuerdo para dar equilibrio al poder, entendido dentro de la nueva organización.