Alrededor del tema del transporte público en Bogotá ha surgido una crisis de gobernabilidad dada la poca claridad exhibida por la actual alcaldía a la luz de actos y anuncios que inevitablemente generan temor, sumado ello a que el servicio, de hecho, no está funcionando, y ello es simplemente el colapso de falta de visión desde su concepción inicial. Es cierto también que esa falta de claridad no es patrimonio único de la actual administración de Bogotá, constituyéndose en sello de la mayor parte de las alcaldías de la ciudad que no se comunican con la ciudadanía y sus necesidades.
Por razón de su especialidad, el autor del artículo abordará el asunto desde su visión como consultor organizacional en desarrollo y comunicación. Este artículo no se centrará en temas partidistas, tampoco busca tratar temas como pueden serlo los posibles intereses no éticos tras ciertas decisiones; solamente busca aportar información tendiente a aclarar que el actual sistema de Transmilenio -TM, tiene soluciones para lograr alivio temporal, que otorgue un compás de espera a la construcción del Metro, siempre y cuando se inicie la construcción de este último, con lógica sostenible, planificada y basada en estudios, lo cual requiere voluntad política. Existe un estudio llevado a cabo durante las dos alcaldías previas, con una inversión muy alta, de 130.000.000.000 millones de pesos, y avalado por instituciones como el Banco Mundial. Si las personas entienden las salidas, es mucho más viable una interlocución constructiva.